Fuego extraño, comedia de Antonio Álvarez Lleras, fue premiada en agosto de 1912 en un concurso abierto en Bogotá y estrenada el 23 de diciembre del mismo año por la compañía de Virginia Fábregas, en el teatro Municipal de Caracas; a dicho estreno asistió el dramaturgo invitado por Diógenes Ferrand, empresario de la Fábregas. Al año siguiente se realizó el montaje en Bogotá y se tienen noticias, igualmente, de su representación en España.
Como era de frecuente ocurrencia en los estrenos de la mayoría de las primeras obras de Álvarez Lleras, su recepción producía desacuerdos entre los periodistas de los más importantes medios periodísticos del país. Mientras la prensa capitalina aprobaba con calificativos al joven escritor y lo veían como una promesa para el teatro colombiano, Relator, de Cali, lo reconocía con escepticismo y El Conservador, de Cartagena, calificó la obra como una "comedita muy mediana", y no vislumbraba en el autor la promesa augurada por sus colegas bogotanos, hasta años más tarde, en 1916, cuando se estrenó Como los muertos, éxito indiscutible de cartelera y editorial.
Actualmente no sabemos con certeza si el dramaturgo se enteraba de las opiniones de la crítica "de provincia" —como se calificaba desde Bogotá la producción periodística de otras ciudades—, o las desatendía, como lo sospechaban los columnistas, por lo cual atribuían esta actitud a la soberbia capitalina que no dejaba penetrar ningún juicio diferente al propio. Al respecto de la crítica teatral, Álvarez Lleras opinaba que en Colombia no existía imparcialidad ni se estudiaba cuidadosamente la obra sobre la cual se ejercía la crítica: "Aquí no se conocen sino dos clases de crítica —escribió el autor—, la de compromiso amistoso, toda elogios ditirámbicos, y la de enemistad y antipatía, toda injusticia y diatriba". Y con toda seguridad le asistía la razón; sin embargo, desde la perspectiva actual, resultan más interesantes algunos comentarios aparecidos en medios diferentes a los capitalinos por el panorama más amplio que brindan.
En el prólogo de Almas de ahora (1945), obra posterior de Álvarez Lleras, este expuso su ars dramatica, del cual tomamos algunas ideas que pueden servir para entender e interpretar su obra. Él dice que su plan dramático gira siempre alrededor de una "idea matriz, procurando conciliar su desarrollo escénico con un conjunto homogéneo". También, que en el arte dramático se demuestra una tesis, se elabora una exposición ordenada "a un fin por medio de la interlocución de personajes distintos del propio autor, con caracteres opuestos y aun firmemente contrastados que den la impresión de la realidad misma".
Regresando a Fuego extraño, en un parlamento de uno de los personajes se refiere a la superficialidad como característica de la sociedad colombiana de ese entonces. Este concepto reaparece en otras obras teatrales, y en 1945, en el discurso de recepción a la Academia Colombiana de la Lengua, Álvarez Lleras vuelve a recavar en este tema. El parlamento en Fuego extraño es como sigue:
Don Miguel. Dejando aparte la malicia, muchacho, en estos tiempos tenemos por fuerza que ser superficiales, si no queremos volvernos locos. Olfatea un poco en todas nuestras clases sociales y verás que lo que más se va extendiendo es la superficialidad. Sí, señor, y hay para ello razones imperiosas. La humanidad sufre demasiado actualmente, ve que nada hay seguro ni estable, que todo vacila, que se transforman las ideas y hasta los sentimientos y, al comprender su absoluta impotencia para defenderse, hace lo único que puede hacer, reírse. Bueno, ya te eché un poco de teorías, pero conste que no son de mi propiedad. Las estaba leyendo ahora en este periódico.
Felipe. Si, ya me parecía que se estaba poniendo usted demasiado filósofo.
Don Miguel. ¡Ah! Joven frívolo, no se te puede hablar en serio; y lo triste es que así sois todos ahora; os incomoda reflexionar.
Como se anotó atrás, en el discurso de recepción pronunciado por Álvarez Lleras en la sesión solemne de la Academia de la Lengua, el 23 de abril de 1945, titulado "El teatro visto por un comediógrafo", atribuye el éxito teatral de Luis Enrique Osorio a la correspondencia existente entre las obras del autor y el estado de la sociedad colombiana. Así se expresa Álvarez Lleras:
[…] El espectáculo criollo que en estos últimos tiempos el público de Colombia ha aceptado con más interés y regocijo, especialmente en los sectores populares, es el género costumbrista, gracioso y frívolo de Luis Enrique Osorio. Al indagar los motivos de su éxito hay que reconocer en primer término que tal género corresponde con exactitud a la época y a los gustos actuales de nuestro público […] (Anuario de la Academia Colombiana, Bogotá, 1944-1949).
En Fuego extraño el dramaturgo expone la tesis de que los valores tradicionales están en peligro de perderse, dado que las nuevas generaciones son triviales. Planteamiento diferente al que hace el protagonista de Sed de justicia, la obra de Luis Enrique Osorio, quien desea la transformación de la sociedad bogotana para que se afirme en nuevos valores.
En la comedia de Álvarez Lleras los peligros que acechan a los hogares tradicionales están caracterizados por dos mujeres, Doña Consolación y su hija Dolores. La primera, se empeña en casar a su hija con un aristócrata y acaudalado bogotano, Don Federico, general retirado, en quien Álvarez Lleras personifica los valores que sustentan la sociedad y que están en peligro de extinción: "carácter recio, honradez, renuncia a los propios beneficios, si de por medio está en juego la moralidad" y servir incondicionalmente a la patria. Para asaltar este bastión, Doña Consolación emplea la adulación y espera que el ardor del viudo despierte ante la belleza de su joven hija Dolores.
El título de la pieza, Fuego extraño, está relacionado con los peligros que corre la libido encauzada por fuera del hogar, como lo expresa en un parlamento Tío Bonifacio, sacerdote pariente de la familia:
Tío Bonifacio. […] Por buscar en otro sitio el calor para el invierno de tu vida te extraviaste en la nieve… No… no lo busques fuera. Ven… vuelve al lado de tu hija, vuelve al calor de tu pequeño hogar, y no vayas a buscar el fuego extraño, porque hay mucha nieve por fuera… El fuego está aquí, el abrigo, el calor, la verdad…
Este parlamento anuncia el final feliz, propio de algunas comedias. Final feliz en tono melodramático.
El ideal femenino de Fuego extraño, encarnado en Cecilia, hija del viejo general, se manifiesta por medio del silencio "prudente", que es también obediencia, aceptación sin protesta y discreción. A las mujeres se le exige sacrificios y entrega total a la familia. Osorio, por el contrario, en Sed de justicia se muestra en contra de este ideal por considerarlo injusto y perjudicial para los hombres y más aún para las mujeres.
Cecilia. (Enjugándose los ojos y procurando permanecer serena). Había prometido callar, tío Bono, y usted me ha vencido… Sí, a Luis le quise con toda mi alma. Pero el mismo día en que supimos lo de Ricardo vi que tarde o temprano había que matar ese cariño… Si callé fue para que no se viese en mí una mártir, una santa como Dolores. No quería que se me compadeciera, ni menos que dijesen de mí las amigas: “¡Qué bien lo sabe hacer! No quiere marcharse con él para no sufrir privaciones y dice que lo deja por amor a su padre”.
Tío Bonifacio. ¡Ah!, ¡qué gozo! Es verdad lo que yo suponía. ¿Cómo te pagaremos? ¿Cómo te pagará tu padre?
Cecilia. Si no hay mérito en ello, tío Bono. Sólo que comprendo mi deber, que me doy cuenta de la desgracia que nos ha caído en esta casa, que me explico muy claro el sufrimiento de mi padre y que se encuentra decepcionado, rendido… y que no sabría luego cómo calificar lo enorme de mi egoísmo si le abandonase en su soledad y en su pena. Ya ve usted, es sencillo y, sin embargo, no lo creería nadie.
Una de las cualidades que se han señalado del teatro de Álvarez Lleras es la agilidad de los diálogos, con usos lingüísticos naturales y convincentes para cada carácter, y su estilización literaria sin amaneramientos de época. En la forma lingüística coloquial es notorio el uso de los diminutivos, propios del dialecto bogotano.
El humor de la comedia recae, en especial, en Don Miguel, amigo de vieja data de Don Federico. Es un personaje sin chocheces, frustraciones, ni nostalgia por el pasado, a pesar de que en su juventud gozó de los "pocos" placeres que la vida bogotana brindaba a un viudo. Don Miguel, por medio de juegos de palabras, de frases irónicas o inconclusas, provee un fino doble sentido a la pieza.
El afán de poseer bienes materiales, tema viejo en la larga historia de la comedia, que también ha enlazado lo amoroso con la codicia, forma parte de esta comedia. En la trama, el personaje que teje los hilos para poseer la riqueza material que no se tiene es Doña Concepción, mujer hábil para adular, para entremeterse y buena conocedora de las debilidades humanas; su lenguaje es ampuloso, siempre blasona de lo que no posee, pero desea: dinero y posición social. Su defecto recibe escarmiento y con él se recobra el equilibrio que estuvo a punto de perderse.
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