
BOGOTÁ ESCENIFICADA. SIGLO XX: CUATRO OBRAS DE TEATRO
Las cuatro piezas colombianas consideradas aquí fueron escritas en distintas épocas, durante el siglo XX, y su objetivo es presentar
Nació en Arauca en 1876, se desconoce la fecha de su muerte que debió ocurrir después de febrero de 1939, fecha de un artículo del novelista Antonio Osorio Lizarazo, quien registra el deterioro en el estado de salud del autor. Hijo del general Jacinto Albarracín, quien pertenecía al liberalismo radical en el siglo XIX.
Escritor, crítico de arte, periodista, líder social, dramaturgo y comediógrafo de origen indígena por línea materna. En sus escritos periodísticos firmó con los seudónimos: Albar (el más utilizado), Álvaro Racines, Juan de la Mata Leal y Boyacanero.
Se desempeñó como obrero de mecánica de la Compañía de Luz Eléctrica de Bogotá. Estudió varios semestres de ingeniería, en la Universidad Republicana.
Empezó a escribir en la década de 1890. Miembro de la Sociedad de Autores de Colombia. Fundó el periódico El Faro, que se definía como un “periódico republicano, demócrata e ilustrado” y en sus páginas se le dio importancia a los dibujos e ilustraciones, a temas como el arte y la industria. También fundó y dirigió La Razón del Obrero cuyo primer número apareció el 12 de julio de 1910. Columnista y colaborador habitual de los periódicos Sur América, El Telegrama, La Patria (Cali), El Domingo y La Linterna (Tunja). Lector incansable, frecuentaba la Librería Apolo, única librería que en ese entonces importaba materiales sobre la clase obrera.
Fue un incansable luchador por la libertad, organizó congresos, asambleas y centros culturales que buscaban la reivindicación de las clases menos favorecidas. En los años diez, el primero de mayo de cada año, Albarracín era el orador principal en las celebraciones de esa fecha. Según el dramaturgo Carlos José Reyes, Jacinto Albarracín se opuso a las políticas del presidente Rafael Reyes, dado el talante autoritario que este demostró con el objeto de alcanzar las transformaciones de fondo, después de la guerra de los Mil Días. Por tanto, desde su posición política, Albarracín resistió y decidió fundar un movimiento obrero libertario, por lo cual fue amenazado con la cárcel y el autor decidió abandonar la capital y organizar una comuna libertaria, autogestionaria, en las selvas del Magdalena Medio, al norte de Boyacá, a la que le dio el nombre de Otanche. Cuando Rafael Reyes se retiró de la presidencia, durante la administración de Carlos E. Restrepo, Albarracín retomó sus actividades como periodista.
Algunos estudiosos han calificado a Albarracín de socialista, mientras que otros lo relacionan con el anarquismo de finales del siglo XIX y comienzos del siguiente, dado que estuvo influido por las ideas libertarias de Proudhon; sin embargo, el anarquista colombiano Biófilo Panclasta describió a Albarracín así: “excesivamente avanzado, tocaba los linderos del anarquismo” y se refería a él como el “Quijote Rojo”. Albarracín fue una de las figuras del naciente Partido Socialista y tuvo siempre preocupación por la “cuestión obrera” y por el “proletariado intelectual”, expresiones en las que pareciera también incluirse él mismo. Igualmente, creía y exhortaba a la unión de los pueblos del continente latinoamericano.
Según el novelista José Antonio Osorio Lizarazo: “Su espíritu lo condujo por largo tiempo a la cárcel y tronchó sus estudios de leyes que había iniciado […] Albarracín era, quizás, excesivamente avanzado, tocaba los lindes del anarquismo, sentía dentro de sí el fuego denso del comunismo, antes de que la obra del judío barbudo hubiera traspuesto el Atlántico y su espíritu no está conformado sólo para las románticas exaltaciones del liberalismo de su época, sino que iba un poco más adelante”.
Para conocer un poco más su pensamiento, a continuación, se transcribe textualmente, la nota introductoria del drama Por el honor de una india, en la que el autor escribió: “Lucha entre las clases privilegiadas y las inferiores. Es necesario que resalte el despotismo del patrón, tosco remedo de la autoridad que viene de Dios, sobre el siervo, que, en estas repúblicas incásicas, es el palurdo arrendatario de los inmensos feudos llamados haciendas”. En las dedicatorias de su drama La hija del obrero o La tentación y la miseria, escribió: “A Pablo Iglesias, Jefe del Socialismo español: A ti voy desde las serenas regiones del Arte, en esta tierra donde la envidia y las pasioncillas rastreras de la política todo lo confunde. Para extirpar eso [sic] es el Socialismo, para que los proletarios no sucumban prematuramente víctimas del egoísmo y las injusticias de los fuertes, que lentamente minan su salud y debilitan su organismo; para que vayan siendo menos frecuentes las vicisitudes del artesano que figura en mi relato; para que las flamantes Juntas aristocráticas que se reúnen al son de trompetas alquiladas en la prensa y de campanadas, contribuyan a salvar la niña que pulula por las calles, donde encontré mi criatura: Gabrielina. A mi hermano en doctrina, el antiguo autor socialista Pantaleón Gaitán, con el cariño que se siente por quien ha penetrado en la urdimbre de la desgracia humana y le ha llevado un consuelo”.
Es necesario aclarar que la criatura a la que se refiere el autor, Gabrielina, es la protagonista de su drama, cuya descripción es la siguiente: “Diez y seis años. Hermosa y muy honesta. Mal trazada en el primer acto, y bien vestida, de traje rosado y chalina, en los dos últimos”.
Según Osorio Lizarazo, la vejez de Albarracín fue “oscura y desconocida”. Se había hecho burócrata y poco a poco fue descendiendo a empleos humildes. “Ya no lucha por nada, no quiere crear su literatura de contenido social y humano, ni recuerda sus tiempos en que fue miembro sobresaliente de la Sociedad de Autores, ni trae hasta su mente el ímpetu polemista y batallador de sus épocas radiantes de periodismo […] Ahora quiere un pedazo de pan y un abrigo para su vejez desamparada” (El Tiempo (Bogotá), 26 de febrero de 1939).
Autor de los dramas publicados en Bogotá: Por el honor de una india. Drama en tres actos (1918), pieza laureada en el concurso de la Sociedad de Autores de Colombia, 1917, en el que concursó con el seudónimo de Boyacanero; La hija del obrero o La tentación y la miseria. Drama en tres actos (1920).
En la Bibliografía del teatro colombiano, su autor Héctor H. Orjuela le atribuye a Albarracín las siguientes piezas inéditas: Doctores, generales y maestros (1935), de la cual no se tiene ninguna otra información; Almíbar, que en realidad es una novela de Albarracín, publicada por Imprenta de la Luz y se encuentra en la Biblioteca Luis Ángel Arango; Castidad, no hay información al respecto; Catalina Cornaro, personaje histórico del siglo XV que inspiró a dos compositores, Fromental Halévy y Gaetano Donizetti, para crear sus respectivas óperas. No se tiene información, hasta el momento, sobre su presentación en el país o si Albarracín hizo alguna traducción; Osorio Lizarazo también referencia el drama de tema indígena Juratena, obra que fue resultado de sus indagaciones sobre su ascendencia. Inicialmente la escribió en prosa y luego la traslado a versos. Según el argumento del drama de Albarracín, la heroína indígena organizó una expedición para libertar de un monarca cruel y despótico a un pueblo lejano del sur. Juratena logró su cometido y le devolvió la libertad a ese pueblo oprimido. Entonces, llegaron los españoles y la princesa se dedicó a combatirlos; pero el amor llegó de la mano de un militar español que tenía grandes virtudes, no era cruel ni ávido de oro como los demás. Fatigado éste de las luchas, la princesa derrotada y su pueblo diezmado, decidieron irse a vivir a un cerro, cercano a las ciudades que se estaban fundando y allí pusieron una venta. El soldado era un Albarracín, quien dio origen a esa dinastía a la que el escritor pertenecía.

Las cuatro piezas colombianas consideradas aquí fueron escritas en distintas épocas, durante el siglo XX, y su objetivo es presentar

Artículo publicado en: Teatro colombiano contemporáneo. Antología (1992). Centro de Documentación Teatral. Madrid, España. Esta obra se puede leer en

El presente artículo fue publicado en un número monográfico de la revista Gaceta dedicado al poeta José Asunción Silva, cuya